lunes, 11 de octubre de 2010

HEMIPLEJÍA MORAL

HOMENAJE A VARGAS LLOSA.
El mejor homenaje que te puedo dar Mario, es reproduciendo algo que escribiste tan genialmente en tu libro: "El Pez en el Agua", y que describe patéticamente a aquellos encorvados y genuflexos que nunca quieren los cambios. Aquellos que se aferran y terminan devorados por la historia.

EL ESTABLISHMENT Y EL INTELECTUAL BARATO
("El Pez en el Agua"
. Pág. 175. Vargas Llosa refiriéndose a aquellos que le hicieron mucho daño en la campaña.

"...Los intelectuales tuvieron tanta responsabilidad como los militares en lo ocurrido en el Perú en aquellos años, sobre todo en los primeros siete —1968 a 1975, los del general Velasco—, en los que se adoptaron todas las soluciones equivocadas para los grandes problemas nacionales, agravándolos y precipitando al Perú en una ruina a la que Alan García daría la última vuelta de tuerca".

"...Pero la mayoría de ellos no estaban con la dictadura por ingenuidad ni por convicción, sino, como su conducta posterior demostró, por oportunismo. Habían sido llamados. Era la primera vez que un gobierno del Perú llamaba a los intelectuales y les ofrecía unas migajas de poder. Entonces, sin vacilar, se echaron en brazos de la dictadura, con un celo y una diligencia que a menudo iban más allá de lo que se les pedía. De ahí, sin duda, que el propio general Velasco, hombre sin sutilezas, hablara de los intelectuales del régimen como de los mastines que tenía para asustar a los burgueses.

Y, en efecto, ése fue el rol a que el régimen los redujo: ladrar y morder desde losperiódicos, radios, canales de televisión, ministerios y dependencias oficiales a quienesnos oponíamos a los desmanes. Lo sucedido con tantos intelectuales peruanos en esos años, a mí me produjo un verdadero trauma. Desde mi ruptura con Cuba, a fines de los sesenta, había pasado a ser objeto de los ataques de muchos de ellos, pero, aun así, tenía la sensación de que actuaban como lo hacían —defendiendo lo que defendían— guiados por una fe y unas ideas.

Después de haber visto esa suerte de abdicación moral generacional de los intelectuales peruanos, en los años de la dictadura velasquista, descubrí lo que aúnh oy creo: que aquellas convicciones no son para la gran mayoría sino una estrategia queles permite sobrevivir, hacer carrera, progresar. (En los días de la estatización de la banca,la prensa aprista difundió, con mucho bombo, unas declaraciones furibundas de JulioRamón Ribeyro, desde París, acusándome de identificarme «objetivamente con lossectores conservadores del Perú» y oponerme «a la irrupción irresistible de las clasespopulares».

Ribeyro, escritor muy decoroso, hasta entonces amigo mío, había sido nombrado diplomático ante la Unesco por la dictadura de Velasco y fue mantenido en el puesto por todos los gobiernos sucesivos, dictaduras o democracias, a los que sirvió con docilidad, imparcialidad y discreción. Poco después, José Rosas-Ribeyro, un ultraizquierdista peruano de Francia, lo describía, en un artículo de Cambio,31 trotando por París con otros funcionarios del gobierno aprista en busca de firmas para un manifiesto en favor de Alan García y de la estatización de la banca que firmaron un grupo de «intelectuales peruanos» establecidos allí.

¿Qué había tornado al apolítico y escéptico Ribeyro en un intempestivo militante socialista? ¿Una conversión ideológica? El instinto d e supervivencia diplomática. Así me lo hizo saber él mismo, en un mensaje que me envió en esos mismos días (y que a mí me hizo peor efecto que sus declaraciones), con su editora y amiga mía Patricia Pinilla: «Dile a Mario que no haga caso a las cosas que declaro contra él, pues sólo son coyunturales.»)

Entonces entendí una de las expresiones más dramáticas del subdesarrollo. Prácticamente no había manera de que un intelectual de un país como el Perú pudiera trabajar, ganarse la vida, publicar, en cierta forma vivir como intelectual, sin adoptar los gestos revolucionarios, rendir pleitesía a la ideología socialista y demostrar, en sus acciones públicas —sus escritos y su actuación cívica—, que formaba parte de la izquierda.

Para llegar a dirigir una publicación, progresar en el escalafón universitario,obtener las becas, las bolsas de viajes, las invitaciones pagadas, le era preciso demostrar que estaba identificado con los mitos y símbolos del establecimiento revolucionario y socialista.

Quien no seguía la invisible consigna se condenaba al páramo: la marginación y frustración profesional. Ésa era la explicación. De ahí la inautenticidad, esa -según fórmula de Jean-FrancoisRevel- «hemiplejía moral» en que vivían, repitiendo por un lado, en público, toda una logomaquia defensiva -especie de contraseña para asegurar supuesto dentro del establishment-, que no respondía a ninguna convicción íntima, mera táctica de lo que el anglicismo llama «posicionamiento». Pero cuando se vive de estemodo, la perversión del pensamiento y el lenguaje resulta inevitable"

NO PODÍAS HABERLO DICHO MEJOR MARIO... si usted se siente representado por un personaje de los descritos por Mario, por favor cambie....

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