martes, 27 de marzo de 2012

26/03/2012HUÁNUCO Adiós, Puelles; ayhuallá,
Puelles; good-by; Puelles; aurevoir, Puelles; arrivederci, Puelles.
CORRESPONSAL: Andrés Jara Maylle
Cualquier idioma sirve para despedirse de lo que pudo ser y no fue. Yo hubiera preferido, cara al futuro, y viendo que Huánuco crece en forma caótica, descontrolada y tugurizada, carente de grandes espacios públicos, que Puelles hubiese sido (a nuestra medida) nuestro Central Park, nuestro Campo Elíseo, o por lo menos nuestro Parque de la Exposición.
Pero nada de eso sucederá. Hace meses, en maratónicas reuniones en donde estuvo ausente la transparencia ha sido cedido a la Empresa Urbi, ¡por 70 años! para que allí, en base a fierro y cemento, se construya un supermercado, cines, juegos, etc. Todo, supuestamente, en nombre de la modernidad y el desarrollo.Yo también quiero que Huánuco sea una ciudad moderna y desarrollada. Pero para llegar a ser tal, ¿era necesario que un parque, un bien público, se entregue a una empresa para que disponga de ese espacio bajo su particular criterio?
Es cierto, Puelles siempre tuvo poco de parque. Que desde hace muchísimos años no había dejado de ser un enorme y semidesértico pampón abandonado a la buena de Dios. Pero, ¿quiénes son los culpables para ello? En todo caso, ¿justifica que la municipalidad ceda por 70 años, justamente a una empresa de grandes capitales, que muy bien podía comprar sus propios terrenos, como lo están haciendo empresas análogas? Por ejemplo, el Grupo Brescia compró por más de 11 millones de Nuevos Soles terrenos en las cuadras 2 y 3 del jirón Dos de Mayo, y en esos espacios, a través de las tiendas Totus, Ripley, Saga Falabella, entre otros, también ofrecerá lo que ofrece Urbi.
Igualmente, a través de terceros inversionistas, la reconocida empresa Metro, adquirió un terreno en las esquinas de los jirones San Martín y Crespo Castillo, donde pronto se construirá otro supermercado. Todas, con más o menos espacios, ofrecerán lo mismo que Urbi, con la única diferencia de que ellas, como empresas privadas que son, vie-nen con la suya, mientras que para la otra, no se ha tenido mejor idea que concesionarle (inocente eufemismo de “regalo” por 7 decenios) un parque, nada menos.La municipalidad justifica su decisión con pocos, populistas y, justamente por eso, efectistas argumentos. Que traerá modernidad y desarrollo a Huánuco, que creará miles de puestos de trabajo para los jóvenes, que dinamizará la economía, que por fin tendremos salas de cine, que dejaremos de ser una ciudad en extrema pobreza, etc., etc.
Todo eso es cierto parcialmente; negarlo significaría vivir fuera de estos tiempos; pero es una visión mezquina, parcializada e interesada de modernidad. Además, nadie en su sano juicio podría oponerse a la llegada de una o muchas empresas como la que se instalará en Puelles. Si hay voces discrepantes es porque para ello no era necesario que la municipalidad ceda un parque, que bien podría haberse convertido (pues no tenemos otro espacio) en una de las áreas verdes más grandes y dinámicas de Huánuco. También porque si la municipalidad no cedía dichos te-rrenos, Urbi hubiese comprado con la suya (y eso sí es inversión) en un lugar aparente y con toda seguridad instalaba su supermercado.
No olvidemos que empresas de estas características no van a una ciudad por su carisma, ni porque están de moda, ni siquiera por su buen clima. Sencillamente se instalan luego de realizar rigurosos estudios de mercado que les demuestre que es conveniente, en donde la oferta y la demanda son compatibles y beneficiosas con la inversión que realizaránLas empresas con grandes capitales no dan pasos en falso. Están aquí porque saben que el poder adquisitivo de los huanuqueños cubre con la expectativa que tienen gracias al crecimiento sostenido que ha registrado el Perú durante los últimos 15 años.Si concediendo un bien público, nuestras autoridades ediles creen que hallaron la fórmula para atraer inversiones privadas (que reitero, son buenas para todos), que Dios nos agarre confesados.
Nos quedan muy pocos: el parque Amarilis, San Pedro, Tabaco, Santo Domingo y paro de contar. Por eso, pese a que me parece muy bien que los grandes supermercados lle-guen a Huánuco, no coincido con lo que se ha hecho con Puelles, porque, todos lo sabemos, nuestra ciudad no tiene otros espacios simi-lares. El parque Puelles era una de nuestras pocas esperanzas para tener un área verde como cualquier ciudad desarrollada y culta, que cuida del medio ambiente, pues es un tesoro invaluable para la vida futura.La modernidad y el desarrollo de una ciudad no pueden medirse por la llegada de un supermercado en terreno cedido por 70 años, sin derecho a alquiler alguno.
Para que la modernidad sea realmente tal, el cemento tiene que estar acompañado por el crecimiento espiritual, por el enriquecimiento interno, mental, humano de sus habitantes, y eso no se está dando de ninguna manera. El obrero, la ama de casa, el profesional, el simple ciudadano no solo tiene derecho a comprar en esas modernas instalaciones, también tiene derecho a asistir a una buena exposición pictórica, a ingresar a una moderna y cómoda biblioteca, a asistir a un concierto musical de música clásica y popular, a espectar muestras teatrales de primer orden en anfiteatros exclusivamente diseñados para tal acto. Y nada de ello tiene Huánuco ni se hace nada para que en el futuro lo tenga.
De aquí a setenta años (tiempo por el que la municipalidad está cediendo el uso del parque Puelles) yo, los que callaron por timoratos e indiferentes, los que apoyaron por conveniencia y oportunismo, y especialmente todos aquellos que en unas cuantas reuniones y levantando el brazo indignamente, decidieron el inexorable destino de Puelles ya no estaremos para verlo, y lo más probable es que (si no elegimos la incineración) la cal de nuestros huesos servirá para blanquear la tierra. Pero estoy seguro que en setenta años, una nueva generación de huanuqueños brotará de este suelo bendito. Una generación, estoy seguro, más valiente que nosotros, una generación menos cobarde que nosotros, que se preguntará por qué no tuvimos el valor suficiente para decir nuestra palabra y rompernos, una generación que nos juzgará ante la historia, que se avergonzará de nuestra pusilanimidad actual.
Pero asimismo, estoy seguro que será una generación que nos reivindicará ante el tiempo, para no vivir en la deshonra que nosotros le dejamos como herencia. Una ge-neración que por fin comprenderá que un árbol es infinitamente más importante que una columna de cemento. Entonces, estoy seguro, al día siguiente en que la empresa Urbi entregue lo que quede de Puelles, tumbará a patadas el gran armatoste inservible en que quedarán convertidos esos edificios tras setenta años de uso. Lue-go, como en una fiesta interminable, plantarán árboles para que crezcan lozanos en el tiempo que ya no será el nuestro. Esa nueva generación, con toda justicia nos pedirá cuentas por nuestro silencio ominoso.No puedo, no debo callar.
“Di tu palabra y rómpete”, enseñaba Nietzsche y eso es lo que hago. Ahora que ya todo parece estar consumado (¿ya todo está consumado?), solo me queda el consuelo de decir lo que pienso, aunque a muchos no les guste. Sé que a algunas autoridades les resultan indigestas las voces discre-pantes, no las toleran porque prefieren escuchar las mentiras que genuflexos incondicionales susurran a sus oídos; pero está demostrado que si la discrepancia es sincera, será más valiosa que el coro de obsecuentes que con oportunismo los adulan día a día.Mientras escribo estas líneas, tal como debe estar convenido en los contratos, monstruosas maquinarias roturan la tierra para cambiar para siempre el rostro de Puelles. Viendo que mis sueños de un gran bosque oxigenando este valle de la eterna primavera se hacen trizas, recuerdo la frase romana por excelencia, y la transcribo: Requiescat in pace, Puelles (descansa en paz, Puelles).