sábado, 16 de octubre de 2010

HOMENAJE A VARGAS LLOSA

SOBRE NACIONALISMOS Y APÁTRIDAS....
(El Pez en el Agua... Pág. 27-28)
Aunque nací en el Perú («por un accidente de la geografía», como dijo el jefe del Ejército peruano, general Nicolás de Barí Hermoza, creyendo que me insultaba) mi vocación es de un cosmopolita y un apátrida, que siempre detestó el nacionalismo y que, desde joven, creyó que, si no había manera de disolver las fronteras y sacudirse la etiqueta de una nacionalidad, ésta debería ser elegida, no impuesta.

Detesto el nacionalismo, que me parece una de las aberraciones humanas que más sangre ha hecho correr y también sé que el patriotismo, como escribió el doctor Johnson, puede ser «el último refugio del canalla». He vivido mucho en el extranjero y nunca me hesentido un forastero total en ninguna parte.

Pese a ello, las relaciones que tengo con el país donde nací son más entrañables que con los otros, incluso aquellos en los que he llegado as entirme en mi casa, como España, Francia o Inglaterra. No sé por qué es así, y en todo caso no es por una cuestión de principio. Pero lo que ocurre en el Perú me afecta más, me irrita más, que lo que sucede en otras partes, y, de una manera que no podría justificar, siento que hay entre mí y los peruanos algo que, para bien y para mal -sobre todo para mal-, parece atarme a ellos de modo irrompible.

No sé si esto se relaciona con el pasado tormentoso que es nuestra herencia, con el presente violento y miserable del país y su incierto futuro, con experiencias centrales de mi adolescencia en Piura y en Lima, o, simplemente, con mi infancia, allá en Bolivia, donde, como ocurre con los expatriados, enc asa de mis abuelos y mi madre se vivía el Perú, el ser peruanos, como el más preciadod on caído sobre nuestra familia.

Quizá decir que quiero a mi país no sea exacto. Abomino de él con frecuencia y,cientos de veces, desde joven, me he hecho la promesa de vivir para siempre lejos del Perúy no escribir más sobre él y olvidarme de sus extravíos.

Pero la verdad es que lo he tenido siempre presente y que ha sido para mí, afincado en él o expatriado, un motivo constante de mortificación. No puedo librarme de él: cuando no me exaspera, me entristece, y, a menudo, ambas cosas a la vez. Sobre todo desde que compruebo que ya sólo interesa al resto del mundo por los cataclismos, sus récords de inflación, las actividades de los narcos, los abusos a los derechos humanos, las matanzas terroristas o las fechorías de sus gobernantes....

lunes, 11 de octubre de 2010

HEMIPLEJÍA MORAL

HOMENAJE A VARGAS LLOSA.
El mejor homenaje que te puedo dar Mario, es reproduciendo algo que escribiste tan genialmente en tu libro: "El Pez en el Agua", y que describe patéticamente a aquellos encorvados y genuflexos que nunca quieren los cambios. Aquellos que se aferran y terminan devorados por la historia.

EL ESTABLISHMENT Y EL INTELECTUAL BARATO
("El Pez en el Agua"
. Pág. 175. Vargas Llosa refiriéndose a aquellos que le hicieron mucho daño en la campaña.

"...Los intelectuales tuvieron tanta responsabilidad como los militares en lo ocurrido en el Perú en aquellos años, sobre todo en los primeros siete —1968 a 1975, los del general Velasco—, en los que se adoptaron todas las soluciones equivocadas para los grandes problemas nacionales, agravándolos y precipitando al Perú en una ruina a la que Alan García daría la última vuelta de tuerca".

"...Pero la mayoría de ellos no estaban con la dictadura por ingenuidad ni por convicción, sino, como su conducta posterior demostró, por oportunismo. Habían sido llamados. Era la primera vez que un gobierno del Perú llamaba a los intelectuales y les ofrecía unas migajas de poder. Entonces, sin vacilar, se echaron en brazos de la dictadura, con un celo y una diligencia que a menudo iban más allá de lo que se les pedía. De ahí, sin duda, que el propio general Velasco, hombre sin sutilezas, hablara de los intelectuales del régimen como de los mastines que tenía para asustar a los burgueses.

Y, en efecto, ése fue el rol a que el régimen los redujo: ladrar y morder desde losperiódicos, radios, canales de televisión, ministerios y dependencias oficiales a quienesnos oponíamos a los desmanes. Lo sucedido con tantos intelectuales peruanos en esos años, a mí me produjo un verdadero trauma. Desde mi ruptura con Cuba, a fines de los sesenta, había pasado a ser objeto de los ataques de muchos de ellos, pero, aun así, tenía la sensación de que actuaban como lo hacían —defendiendo lo que defendían— guiados por una fe y unas ideas.

Después de haber visto esa suerte de abdicación moral generacional de los intelectuales peruanos, en los años de la dictadura velasquista, descubrí lo que aúnh oy creo: que aquellas convicciones no son para la gran mayoría sino una estrategia queles permite sobrevivir, hacer carrera, progresar. (En los días de la estatización de la banca,la prensa aprista difundió, con mucho bombo, unas declaraciones furibundas de JulioRamón Ribeyro, desde París, acusándome de identificarme «objetivamente con lossectores conservadores del Perú» y oponerme «a la irrupción irresistible de las clasespopulares».

Ribeyro, escritor muy decoroso, hasta entonces amigo mío, había sido nombrado diplomático ante la Unesco por la dictadura de Velasco y fue mantenido en el puesto por todos los gobiernos sucesivos, dictaduras o democracias, a los que sirvió con docilidad, imparcialidad y discreción. Poco después, José Rosas-Ribeyro, un ultraizquierdista peruano de Francia, lo describía, en un artículo de Cambio,31 trotando por París con otros funcionarios del gobierno aprista en busca de firmas para un manifiesto en favor de Alan García y de la estatización de la banca que firmaron un grupo de «intelectuales peruanos» establecidos allí.

¿Qué había tornado al apolítico y escéptico Ribeyro en un intempestivo militante socialista? ¿Una conversión ideológica? El instinto d e supervivencia diplomática. Así me lo hizo saber él mismo, en un mensaje que me envió en esos mismos días (y que a mí me hizo peor efecto que sus declaraciones), con su editora y amiga mía Patricia Pinilla: «Dile a Mario que no haga caso a las cosas que declaro contra él, pues sólo son coyunturales.»)

Entonces entendí una de las expresiones más dramáticas del subdesarrollo. Prácticamente no había manera de que un intelectual de un país como el Perú pudiera trabajar, ganarse la vida, publicar, en cierta forma vivir como intelectual, sin adoptar los gestos revolucionarios, rendir pleitesía a la ideología socialista y demostrar, en sus acciones públicas —sus escritos y su actuación cívica—, que formaba parte de la izquierda.

Para llegar a dirigir una publicación, progresar en el escalafón universitario,obtener las becas, las bolsas de viajes, las invitaciones pagadas, le era preciso demostrar que estaba identificado con los mitos y símbolos del establecimiento revolucionario y socialista.

Quien no seguía la invisible consigna se condenaba al páramo: la marginación y frustración profesional. Ésa era la explicación. De ahí la inautenticidad, esa -según fórmula de Jean-FrancoisRevel- «hemiplejía moral» en que vivían, repitiendo por un lado, en público, toda una logomaquia defensiva -especie de contraseña para asegurar supuesto dentro del establishment-, que no respondía a ninguna convicción íntima, mera táctica de lo que el anglicismo llama «posicionamiento». Pero cuando se vive de estemodo, la perversión del pensamiento y el lenguaje resulta inevitable"

NO PODÍAS HABERLO DICHO MEJOR MARIO... si usted se siente representado por un personaje de los descritos por Mario, por favor cambie....

martes, 5 de octubre de 2010

IZQUIERDA Y DERECHA

PAPITO PAPITO: ¿QUÉ ES LA IZQUIERDA?.
Parece una pregunta simple, pero es la que le hicieron a Richard Webb, uno de los más renombrados economistas del Perú y nada menos quue por su propia hija de 21 años. Y algunos nos preguntamos: ¿Dónde estuvo esta niña todo este tiempo? ¿Qué le enseñaron en los colegios? ¿En qué universidad estudia?. Bueno, el nivel de contaminación mental que muestran muchos docentes desde primaria hasta superior muestran qué tipo de jóvenes se están formando hoy en día. Por eso, cuando un comunista (izquierdista) se aperece disfrazado bajo el ropaje de partidos aparentemente inofensivos como "Patria Libre", "Patria Nueva", "Perú Bueno", "Perú Verde", etc. no se dan cuenta que detrás de estos bonitos nombres están los impresentables comunistas con su doctrina estúpida. Dejemos en la pluma de Richard Webb para que nos cuente la experiencia con su hija:


¿Papá, qué es la izquierda?
Escrito por Richard Webb

4 / 10 / 2010
Me pregunta mi hija de 21 años, conversando sobre la elección municipal de Lima: ¿Papá, qué es la izquierda?

Han transcurrido dos décadas de vida política casi sin mencionarse izquierda y derecha. Esa contraposición, abstracta y acalorada, fue una guerra religiosa que dominó la política durante medio siglo. Pero el debate súbitamente desapareció con la crisis de los años ochenta.

En su lugar, se debatieron temas prácticos, como la descentralización, el medio ambiente, la educación y, sobre todo, la eficacia y honestidad de la gestión pública.

La fijación con la ideología fue reemplazada por una nueva fijación, con el management.

En los centros de enseñanza, donde antes se discutía acaloradamente la interpretación exacta de Marx o de Mao, hoy se habla de costo-beneficio y de hojas de cálculo.

Y la Federación Departamental de Campesinos del Cusco, antes dedicada al reclamo y a las propuestas ideológicas, hoy se ocupa en proyectos de capacitación técnica y de gestión emprendedora del campesinado.

Los términos derecha e izquierda reaparecieron en la elección del nuevo gobierno municipal de Lima, motivando la curiosidad de muchos jóvenes. Se reabre un debate que ciertamente no debe ni puede desaparecer.

Las dos opciones principales que plantean esos términos se refieren al papel del Estado en la vida privada y colectiva de la gente, y al grado de redistribución económica que debe existir para reducir las diferencias entre rico y pobre.
Sin embargo, el gobierno de Lima es seguramente el escenario menos indicado para ese debate.

Es evidente que Lima padece una grave deficiencia de autoridad colectiva y de calidad administrativa.

Somos ricos cuando se trata de lo que obtenemos de la economía privada, pero pobres cuando se trata de los bienes y servicios que debe proveer el Estado, carencia que fue reconocida por los planes de todos los candidatos, cuando proponían mejorar el transporte urbano, la seguridad ciudadana, la contaminación del aire y del ruido, la falta de parques, la reparación ordenada de las calles, el servicio de agua y la honestidad de la gestión municipal. El consenso fue total.

Faltan definir las mejores opciones técnicas, pero hay consenso total entre izquierda, derecha y los ‘sin opinión’ a favor de más gobierno, no en el sentido de más burocracia ni presupuesto sino de efectividad y resultados.
Nótese que lo que todos buscan es lo que sabe hacer el gerente, no el político. Quizás, en vez de elegir un alcalde deberíamos contratar a un gerente de la ciudad.

Richard WebbPublicado en El Comercio, 04 de octubre de 2010
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